Hace exactamente 53 años, el miércoles 26 de Julio de 1972, un artefacto explosivo, deliberadamente ubicado para matar a quien fuera que pasara por allí, provocó la muerte de Carlos Adriano Ayala y severas lesiones a Ricardo Niro, ambos bomberos voluntarios de San Isidro. Otro explosivo había explotado antes hiriendo a dos policías.

El acto de homenaje incluyó las palabras del vicepresidente de la Comisión Directiva de la Sociedad de Bomberos Voluntarios de San Isidro, Arq. Horacio Pallares, quien buscó ponderar el compromiso con la comunidad de las víctimas y señalar la crueldad de los terroristas que, como lo hicieran antes y después de este caso, no tuvieron miramiento alguno en matar a inocentes ciudadanos, de toda edad y condición con sus acciones de odio.

Confió en que la clara condición de generoso y abnegado servidor, le haya permitido a Carlos Ayala gozar de la gloria de Dios.

Andrés Fernández Cendoya, titular de AFAVITA (Asociación de Familiares y Amigos de Víctimas del Terrorismo en Argentina), señaló que el bombero Ayala no llegó a formar familia y tener hijos o nietos, y que sus asesinos (se sindica entre los responsables a Fernando Galmarini y Marcela Durrieu) sí podían festejar en este día el Día de los Abuelos. Queda claro que cada acción terrorista que emprendió Montoneros o el E.R.P. no sólo mató o lesionó seriamente a miles de ciudadanos, sino que afectó directa e indirectamente la vida y el sano desarrollo de sus familiares. Y si a ese hecho se le agrega la impunidad de la que han gozado hasta el momento, todo es peor.

Entre los presentes en el acto, además de familiares y compañeros de las víctimas, estuvieron funcionarios municipales como Lucas Prieto Schorr y Joaquín Adrogué, y concejales como María Feldtmann de Maurette y Debora Ruiz Zeballos.

Durante la ocasión se descubrieron las placas que volvieron a colocarse al pie del monumento. Habían sido retiradas tiempo atrás, cuando el gobierno municipal emprendió obras en este espacio público.

Los hechos

El potente explosivo había sido colocado por miembros de la organización terrorista Montoneros, el 26 de Julio de 1972, en el mismo día en que otros atentados se sucedieron en Buenos Aires a modo de recordación de los 20 años transcurridos de la muerte de Eva Perón.

Antes de la explosión que mató a Ayala, personal policial de la Comisaría San Isidro 1ª revisaba la plaza cuando al mover un cesto de papeles, estalló un explosivo amputándole una pierna al Agente Jorge Gazolla y dedos de una mano al Cabo Silvio Portillo.

Los bomberos voluntarios, con chorros de agua, lograron voltear una caja sospechosa, colocada entre los pies de la estatua del Gral. Bartolomé Mitre. Tras la caída de la caja, mojada con abundante agua, se aproximaron para inspeccionarla y para, eventualmente, desactivar el mecanismo de detonación.

Mientras abrían el envoltorio, la bomba estalló y le arrancó -literalmente- la cara al bombero voluntario Ayala, por amputación traumática total de partes blandas de la cara, con pérdida de labios, nariz (tabique y huesos propios), maxilar inferior, vaciamiento de ambos ojos y fracturas de cráneo. Este servidor público, milagrosamente, no murió en el acto sino que sobrevivió dos días (sin pérdida del conocimiento) y falleció el 28 de Julio. Tenía 21 años y hacía 4 años que era bombero voluntario.