Juan Carr contó cientos de veces cuál es el espíritu de la Red Solidaria. Lo destacó frente gente diversa, con más o menos formalidad, aunque siempre con idéntica claridad.
Si hasta nos parece a quienes tenemos la suerte de conocerlo que nos pasa lo de los chicos y los cuentos: sabemos qué va a contar, a lo escuchamos, pero queremos seguir siendo testigos de la tozudez de Juan, queremos seguir siendo contagiados por esas sensaciones de dolor por aquel que no tiene, con el entusiasmo de quien piensa que el llamado más importante es... el próximo.
En aquel lejano 1995 Juan Carr estaba inquieto (algo más que de costumbre) y pudo contarle a su esposa María (desde 1988) y luego a unos amigos su loca idea ("un delirio") de formar una "red informática solidaria". Fue esa la manera en la que se presentó la novedad para los pocos medios que se interesaron, como yo, que en ese momento tenía un programa de varias horas diarias en la recordada San Isidro Labrador FM.
En este espacio de radio veníamos "remando" con Marcela Bourdieu, la productora, con la inclusión sistemática de la solidaridad, en tiempos en los que no había secciones en diarios y revistas dedicadas al tema. Llegarían precisamente por la acción de la Red.
El lugar donde se materializó la idea de la revolución solidaria fue en las canchitas de fútbol a las que iba Juan a reunirse con sus amigos. Allí Juan Hayd (dueño del lugar), Raúl Flores (arquitecto) e Irma Oriana de Vicent (casi 80 años) fueron parte del despertar de la idea.
Luego la red informática solidaria perdió la "informática", pero fue ganando en presencia en los medios, cada vez más fácil era hallar quien dedicara unas líneas o páginas completas a la solidaridad. La revista Para Ti le cedió a la Red las últimas páginas para concentrar pedidos y difundir iniciativas. Luego llegarían los diarios abriendo secciones solidarias y muchos otros.
Quienes pudimos verlo a Juan Carr en acción siempre observamos lo mismo: sensibilidad, sentido práctico, contención, velocidad, conexión.
"Había que inventar un sistema para burgueses como yo que querían ayudar al otro, mezclar el poco tiempo de mucha gente para salvar la vida de los demás". A la Red se le ocurrió trabajar en mostrar la realidad para que se haga visible, señalando que la "invisibilidad" a la que está sometida un niño necesitado, un abuelo solo en su casa, un paciente que necesita un transplante, es una parte del gran problema. La otra parte es la falta de compromiso con "el otro".
Si bien este hombre nos parece un ser poco común, bueno fue saber cuando preparábamos una entrevista que llevamos a cabo en el Teatro del Viejo Concejo hace unos años, que Juan... a era un chico poco común. Era quien se detenía a conversar con un necesitado en la calle, era quien "invitaba" a comer a un linyera a la casa de un amigo, era -desde siempre- alguien que entendía que este mundo tiene arreglo, si se arregla nuestro corazón.
La Red Solidaria no maneja recursos, conecta a quien necesita con quien puede ayudar, aprovecha su ya instalada presencia y confiabilidad para acelerar la solución a un conflicto, no busca protagonismo, promociona su accionar instando a que se armen muchas "redes solidarias" en donde sea necesario.
Esta entidad (que no es fundación, ni tiene director, ni estructura burocrática) tiene miles de voluntarios que sienten, que comprenden, que actúan.
Juan Carr dice en cada ocasión que puede que miles de argentinos salen diariamente a trabajar, a estudiar, a ocuparse de hacer las cosas bien. "Nos hace falta el contubernio de los buenos", destaca. Y con pasmosa claridad nos muestra que aquello de "Dios no niega a los impíos el fruto de su trabajo" no es sólo una cita bíblica sino una dura realidad: "Mientras tantos hacen las cosas bien, se juntan cuatro corruptos y nos roban la tapa del diario".
El titular de la Red y la entidad como tal han recibido muchos reconocimientos, pero Juan suele recordar que el primer premio que recibió fue de parte de la asociación San Isidro Tradicional, en su cena anual en el salón "Victoria Aguirre" del CASI.
Pero el máximo reconocimeinto para los integrantes de la Red es salvar una vida y para ello no hay temas excluyentes: El cáncer, el hambre (demasiado para un país de alimentos), el SIDA, un trasplante, un hijo perdido...
La Red recibe un promedio de 100 llamadas diarias, aunque esa cifra se triplica en emergencias. Al comienzo, en el '95, la mayoría eran pedidos, pero en la actualidad, el 60% de la gente se comunica para ofrecer tiempo, ropa, medicamentos, un órgano...
Hace un par de años Juan Carr dijo que él debía entrar y salir del "barro" (la necesidad extrema, la pobreza, el hambre), destacando que si se quedaba detrás de un escritorio o buscando soluciones para los necesitados sin mirarlos directamente, podía perder sensibilidad auténtica. Y que si se quedaba "en el barro" corría el riesgo de inundarse de bronca por ver la cantidad de gente que pudiendo hacer algo por modificar esa realidad, no lo hace.
La Red Solidaria es la idea de gente noble, con buenas intenciones, gente que intuye (con secreta convicción) de que nuestro país y su gente merece recuperar valores perdidos y aprender a mirar el horizonte, sin dejar de ver a los costados.
