[2006] - El Grupo Vivir surgió de la idea de la Vicaría San Antonio, para la contención y ayuda de mamás que perdieron un hijo en la Zona Norte. En los encuentros, los que asisten hablan de sus sensaciones y de la forma de tomar el dolor, para de alguna manera, encontrar esa llama de esperanza que a veces sienten que se apagó para siempre.
Estas mujeres, no buscan respuestas a tanto dolor, porque saben que nos las hay, pero en las reuniones han aprendido a tomar decisiones: o se dejan morir con sus muertos u optan por vivir, y esto último es lo que eligieron, con todo lo que eso implica; tener bajones y caídas, pero ante todo continuar siempre y no bajar los brazos, intentando reencontrarle el sentido a la vida.
Hay veces que en la vida, podemos elegir y otras en las que simplemente debemos aprender a aceptar. Una combinación de ambas actitudes, se debe tener ante la pérdida de un ser querido; por un lado el duro camino de aprendizaje de la aceptación, imposible de recorrer sin elegir el desafío de vivir, dando sentido a nuestra existencia, buscando con paciencia asumir en el corazón la ausencia física con todo lo que ello provoca.
Nos reunimos con dos de las coordinadoras de este grupo, que por cierto se ha multiplicado en distintos lugares de la zona norte y del país.
Silvia Grasso, tuvo la desgracia de perder físicamente a su hijo Hernán, en el incendio de la disco "Keyvhis", pero su fuerza y esperanza la llevaron a transformarse en una de las pioneras de la agrupación, con estas palabras comenzó la charla: "Este es un grupo de ayuda para duelo, cuando comenzó a funcionar, si bien no sabíamos como iba a ser, con el tiempo nos dimos cuenta de que estábamos en el lugar indicado, nos entendíamos entre nosotras y nos sentíamos libres de poder expresar lo que nos pasaba y de alguna manera nos desahogábamos; ya que en la casa siempre hay alguien que se tiene que poner fuerte para contener al resto, a medida que transcurrían los encuentros, nos íbamos sintiendo mejor y podíamos transmitirle ánimo a la familia".
Lilia Ale, es otra de las mamás que tuvo la amabilidad de participar de la entrevista y expresó: "Muchas veces los integrantes de la familia, por desconocimiento o por temor a vernos sufrir, no están de acuerdo con que asistamos a las reuniones, en mi caso, mi marido me dijo que a él le parecía que esto era un masoquismo, era meter el dedo en la llaga y sacar a relucir el dolor; lo que pasaba era que cuando empezamos con el grupo, ya hacía cuatro años que había muerto mi hijita; sin embargo yo le dije, si veo que me hace mal voy a dejar, pero no fue así, me alivié. Si bien el dolor lo llevamos siempre, es posible ayudarnos y seguir viviendo con armonía".
Lo primero que intentan transmitir a las madres, la psicóloga y el sacerdote que colaboran con la institución, es que tienen que vivir por ellas, así estando bien con sí mismas, les pueden brindar algo mejor a los demás.
Es importante encontrar a alguien con el cual confiarse verbalmente, pero resulta que no siempre ese "alguien" está presente o dispuesto a tolerar los recuerdos, por eso, comunicarse con personas que han pasado por una situación semejante, permite verificar la "normalidad" de las propias reacciones, tomar conciencia de los distintos modos como se afrontar la pérdida y se asumen responsabilidades para las propias opciones ante una vida cambiada.
"Luego de la muerte de un hijo -reflexiona Silvia- la vida te cambia totalmente, hay cosas que pasan a un segundo plano, como que la casa esté impecable, lo económico, aprendes a vivir de otra manera, le das valor a las pequeñas cosas, como estar sentados juntos tomando mate, o comer en familia o con amigos, yo hoy disfruto enormemente, por ejemplo de algo tan común como un día de sol y ante todo le doy prioridad a quien necesite que lo escuche, lo demás puede esperar. Es importante ser solidario y acompañar a quien atraviesa un momento tan duro como la pérdida de un hijo, aunque en realidad la palabra pérdida está mal empleada, porque Hernán está acá conmigo", concluyó con emoción la fundadora del grupo.
esahogábamos; ya que en la casa siempre hay alguien que se tiene que poner fuerte para contener al resto, a medida que transcurrían los encuentros, nos íbamos sintiendo mejor y podíamos transmitirle ánimo a la familia".
