Desde el golpe de Estado de 1976 hasta la asunción de Raúl Alfonsín pasaron 2.837 días.
En ese período, según los datos provistos por la comisión que elaboró el libro "Nunca más", hubo 7.954 casos de personas de las que no se conocía su destino o paradero ("desaparecidas"), alrededor de un 25% del confirmado engaño de los 30.000.
Calculando el promedio de desaparecidos en ese período (sobre la cifra oficial) son, algo menos, 3 personas diarias. A eso, algunos lo han querido definir como "genocidio".
El genocidio es, por definición desde 1944, el exterminio o la eliminación sistemática de un grupo humano por motivos de raza, etnia, religión o nacionalidad. El término fue acuñado por un abogado judío y es aplicable a muchas matanzas perpetradas en la historia, como lo sucedido a los armenios en 1917 o al pueblo tutsi en 1994, entre muchos otros.
Considerando las últimas cifras oficiales, en la Argentina gobernada por La Libertad Avanza se eleva a 264 la cantidad de niños que mueren cada día en hospitales públicos y sus centros de atención primaria por acción directa del aborto a demanda.
A esa espeluznante cifra hay que multiplicarla mínimamente por 2 para incluir los homicidios prenatales que se producen en clínicas y sanatorios.
Y, como si fuera poco, queda en un número desconocido los abortos que produce la indigna "píldora del día después" que una resolución ministerial (no una ley) autorizó a que se expenda en las farmacias sin receta.
Si torturar, asesinar y desechar los cuerpos de 3 personas al día fuera considerado un genocidio ¿Qué nombre le cabe a semejante matanza sistemática de niños que realiza el poder político del Estado?
La ley 27.610 fue aprobada a finales de 2020 por políticos oficialistas y opositores en ambas cámaras legislativas para que cualquier mujer pueda pedir el aborto de su hijo, en la práctica, por cualquier motivo y en cualquier momento del embarazo.
Esta ley, como cualquier otra, lleva implícita una función educativa: lo que dice que es legal está bien, es bueno, sirve, enriquece, es un camino correcto válido.
La estadística señala que la mayoría de las muertes de niños antes de nacer se produce mediante procedimientos químicos, utilizando drogas especialmente aprobadas por el Estado para matar.
Mientras la mayoría es empujada a pensar que los problemas de la Argentina están en la economía, en el endeudamiento externo que pagarán las generaciones futuras, en audios, estrategias, armados, medidas electoralistas, etc., hay toda una sociedad a la que el Estado nacional, supuestamente provida, no le ofrece ningún mensaje masivo, constante, convincente, sobre el valor de la vida desde la concepción y hasta la muerte natural.
Mejor sería que tuviera claras acciones a favor de la natalidad y evitara la compra y distribución de anticonceptivos, pero mientras tanto sería valioso que dispusiera una sólida campaña pública para promover que se tengan más hijos y que quien tenga un embarazo no buscado no piense en abortarlo.
No hay futuro para la Argentina sin una estrategia transversal por la natalidad y la familia bien entendida.