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  .: RELIGIOSAS

 
Con Mama Antula, ya son 3 los santos nacidos en la Argentina
   
Con la celebración de este 11 de Febrero, la Santa Sede reconoce la intercesión de la laica consagrada santiagueña María Antonia de Paz y Figueroa, conocida como Mama Antula, en la curación del santafesino Claudio Perusini, quien experimentó una sanación milagrosa, luego de un ACV que lo había dejado en un estado irremediable.

La Argentina ya contaba con 2 santos nacidos en el país (*):

  • San Héctor Valdivielso (1999)
  • San José Gabriel del Rosario Brochero (2016)

María Antonia de Paz y Figueroa nació en 1730 en Villa Silípica, provincia de Santiago del Estero, en el seno de una familia acomodada.

Sus padres fueron Miguel de Paz y Figueroa Mendoza (sargento mayor, maestre de campo y alcalde de la Santa Hermandad, procurador y mayordomo del Real Hospital, protector de Naturales, alcalde ordinario de segundo voto del Cabildo de Santiago del Estero) y María de Zurita y Suárez de Cantillana.

Expulsada de su casa, se instaló en el beaterio de los jesuitas adoptando el nombre de María Antonia de San José. En 1745 vistió el hábito de "beata" (laica consagrada) y comenzó a llevar vida comunitaria junto a otras consagradas. Bajo la dirección del padre jesuita Gaspar Juárez, se dedicó a la educación de los niños, al cuidado de los enfermos y al socorro de los pobres. En esto se ocupó durante 20 años.

En 1767 el rey de España Carlos III acusa a la orden jesuita de haber sido instigadora de los motines populares del año anterior y decide la expulsión de sus miembros. Incluso influiría el monarca en el Papa Clemente XIV logrando que la congregación fuera suprimida. Recién el 7 de Agosto de 1814 sería restablecida por Pío VII y el rey Fernando VII permitiría el regreso de los jesuitas a España el 15 de Mayo de 1815.

Ante aquella orden de prohibición de 1767, el trabajo espiritual y social de los jesuitas estaba completamente vedado. Cuando fueron expulsados de los territorios de la corona, María Antonia de San José, con 36 años, quiso seguir llevando la palabra de Dios a través de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola.

Con autorización del obispo del Tucumán, Juan Manuel Moscoso y Peralta, predicó y realizó una caminata evangelizadora por toda la diócesis. Recorrió las actuales provincias de Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja. En 1777 llegó a Córdoba y finalmente arribó a Buenos Aires en septiembre de 1779, con la evidencia en sus ropas e con falta de higiene, consecuencia de su extenso recorrido a pie.

El Virrey Vertiz y el Obispo Sebastián Malvar y Pinto le negaron inicialmente el permiso para dictar los cursos de ejercicios, hasta que los retiros empezaron a proliferar y alcanzaban una espiritualidad profunda entre los fieles. Los grupos eran cada vez más numerosos y el obispo finalmente terminó apoyando su obra evangelizadora.

El Virrey continuó oponiéndose hasta que debió ceder y autorizar los ejercicios espirituales, ante la cantidad de gente interesada en encontrar a Dios con ellos, incluso en reuniones clandestinas.

La Santa Casa de Ejercicios Espirituales -en la avenida Independencia 1190- pudo ser construida en terrenos donados. “Peregrinó de puerta en puerta con el fin de recaudar fondos para la construcción de la Casa de Ejercicios. Sus esfuerzos también fueron conocidos en Francia y su epistolario fue traducido posteriormente a varios idiomas”, se cuenta.

Entre las 78.000 personas que participaron de los Ejercicios Espirituales organizados por Mama Antula hubo varios próceres de la independencia argentina, como Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga y hasta el Virrey Santiago de Liniers.

La importancia asignada por el obispo de Buenos Aires a los ejercicios, lo llevó a disponer que ningún seminarista se ordenase sin que primero la beata certificase la conducta con que se hubiesen portado en esos ejercicios. Con ello se asignaba a María Antonia un papel significativo en la iglesia porteña de ese entonces.

Mama Antula murió el 7 de Marzo de 1799 a los 69 años. El proceso de beatificación comenzó en 1905 y concluyó el 27 Agosto de 2016 en Santiago del Estero.


Los Ejercicios espirituales

Se trata de un método pensado por San Ignacio de Loyola (1491-1556) con la intención de orientar a la persona hacia Dios en la fe católica con meditaciones y oraciones para ser realizados en aproximadamente treinta días, aunque hay versiones de estos retiros espirituales que se hacen concentrados en unos pocos días. Los Ejercicios han sido escritos.

Originalmente los Ejercicios Espirituales están divididos en cuatro semanas en las que se guarda silencio para impulsar un ambiente de oración. Cada semana se centra en un aspecto diferente.

La primera semana está centrada en el Principio y fundamento, que versa sobre el motivo de la existencia de la propia persona y aquello en lo que reside su mayor plenitud. En esta semana se contempla la Creación como una obra de Dios realizada por amor.

La segunda semana se centra en el llamado del Rey Eterno, que convoca a sus siervos a combatir a las fuerzas del mal junto a él. La oración repasa la historia de la salvación y contempla el nacimiento de Cristo, viendo cómo la Santísima Trinidad desea y decide redimir al género humano.

La tercera semana se centra en los pasajes del Evangelio correspondientes a la Pasión de Jesús. San Ignacio recomienda encarecidamente el ayuno como forma de asociarse el ejercitante a Cristo y para contemplar cómo se va completando el plan de salvación de Dios.

La cuarta semana expone, en primer lugar, la escena de Jesús resucitado apareciéndose a la Virgen María, su madre. Posteriormente ofrece varios pasajes de la vida de Jesús recogidas en el Evangelio para meditar a voluntad del ejercitante.


La Iglesia Católica, los beatos y los santos

Además de los santos, los beatos nacidos en la Argentina ya son 11 (*):

  • María del Tránsito Cabanillas (2002),
  • Ceferino Namuncurá (2007),
  • María Crescencia Pérez (2012),
  • Gregorio Martos Muñoz (2017),
  • Catalina de María Rodríguez (2017),
  • Enrique Angelelli (2019),
  • Carlos de Dios Murias (2019),
  • Wenceslao Pedernera (2019),
  • Mamerto Esquiú (2021),
  • Pedro Ortiz de Zárate (2022),
  • Eduardo Pironio (2023).

Al declarar solemnemente que alguien es santo, la Iglesia señala que esa persona practicó heroicamente las virtudes cristianas y ha vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, proponiéndola como modelo e intercesora (cf Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 40; 48-51).

Entre beatificación y canonización existe una diferencia basada en la forma de difusión del culto de la persona en cuestión dentro de la Iglesia.

El culto hacia los santos nace ligado a un lugar y a una comunidad local. Sólo con el tiempo se extiende a otros lugares. Los primeros santos no mártires de los que se conoce un culto son San Antonio y San Martín de Tours.

El culto público hacia un santo era confiado a la aclamación popular, o bien a una decisión episcopal: el momento decisivo era el traslado de su cuerpo a un altar, que se convertía en el centro del culto dirigido a ese santo.

Ya en la Edad Media, la Iglesia empieza a regular de modo formal y universal el reconocimiento de un culto litúrgico hacia los santos.

En el siglo XIII, Gregorio IX decide reservar para el Papa la decisión final en cuanto a las canonizaciones, instituyendo el proceso para el reconocimiento de la santidad de un cristiano (Francisco de Asís fue el primer caso en el que se llevó a cabo una investigación sobre su vida y los milagros que se le atribuían).

En 1588, Sixto V funda la Sagrada Congregación de los Ritos, encargándole que examinara varios casos.

Con Urbano VIII y Benedetto XIV, se elaboraron normas aún más precisas, definiendo la distinción entre beatos y santos: el beato goza solamente de un culto público local; el santo, en cambio es propuesto al culto de la Iglesia universal.

La distinción formal entre beato y santo, por tanto, no tiene que ver con la certeza de su presencia en el cielo, sino con la difusión de su culto.

En 1983, el papa Juan Pablo II aprobó nuevas normas, reorganizando el proceso a través del cual un cristiano puede ser reconocido digno de un culto público y, por tanto, canonizado, a través de la constitución apostólica Divinus perfectionis magister.

Ahora, cuando nace una devoción popular hacia una persona, se abre un proceso diocesano, a través del cual se examinan su vida, la heroicidad de sus virtudes, sus escritos y las características de esa devoción.

Otra comisión se encarga de validar el milagro que se requiere para la beatificación. Luego, se necesita de por lo menos un segundo milagro para que se realice la canonización.


(*) Santa Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús March (canonizada en 2018) y San Artémides Joaquín Desiderio María Zatti (en 2022) vivieron en la Argentina, pero nacieron en España e Italia, respectivamente.
Los beatos Laura Vicuña (1988), María Ludovica De Angelis (2004), Gabriel Longueville (2019) y Juan Antonio Solinas (2022) nacieron en Chile, Italia, Francia e Italia, respectivamente.

 
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