Sergio nació en la provincia de Buenos Aires, en Azul, y eso fue una circunstancia que, como otras que vendrían luego, marcaron su espíritu y potenciaron su búsqueda.

Fue allí donde, por esas cosas de los chicos, el pequeño Sergio y su hermano jugaban a hacer música con viejos trastos de un galpón. Y la improvisada guitarra –una escoba de pajas- sería el inicio de un camino que aún recorre, cosechando aplausos y emociones.

Siendo chico aún, la vida lo trajo al Gran Buenos Aires y a la casa de su abuela, una mujer que imaginamos especial, ya que no sólo tocaba el piano, sino que además interpretaba tangos.

Y fue Sergio quien disfrutó una y otra vez de las melodías que la abuela tocaba para él, que iba enriqueciéndose con cada nota. Luego sería su hermana quien le enseñaría los primeros acordes y luego una amiga que estudiaba en el conservatorio quien “usaría” el talento de Sergio para prepararse en sus estudios. Y mientras él incorporaba técnica, ella conseguía quién le ayudara. Sorprendentemente el buen amigo pocas horas después, en la soledad de su casa, tocaría obras de Bach… de memoria, ya que aún no sabía leer música.

La vida musical de Sergio Romano continuó con su dedicación por sacar todos los temas de The Beatles y muchos grupos del rock de sus años de adolescencia y juventud, por lo que para sus amigos era una auténtica fiesta: Sergio tocaba todo para que cualquier reunión fuera un deleite.

Y así como transitó el rock, llegó al jazz rock, y luego el folklore –que lo llevó por grandes escenarios en el mundo, como el Teatro Colón junto a Ariel Ramírez-, Sergio abarcó todos los ritmos y todos los tiempos. Es que, como todo gran músico o gran artista, no tiene rótulos, él siente la música y tiene necesidad de transmitir sensaciones, sentimientos, busca poner su esencia en el aire y la guitarra es el camino.

Dialogamos por largo rato en un living lleno de instrumentos y objetos afines a la música, sobre su historia y sobre su tarea docente, trasladando su arte a alumnos que llegan apasionados con tocar y que él orienta con sabiduría hacia un abordaje integral, para que la música y los sonidos sean transparente eco de quien los ejecuta.

Es que Sergio Romano está convencido de que, siempre, la vida misma del músico será la que salga por el instrumento y que, por ello, es imprescindible que el ejecutante tenga algunas –unas cuantas- cosas en claro sobre sí mismo.

Luego vendrá, si las oportunidades y la decisión se presentan, el tiempo de la trascendencia como artista o como persona vinculada a lo musical.

El diálogo distendido permitió la aparición de anécdotas diversas –como la de los muchos viajes con Alejandro Lerner, quien le pidió que lo acompañara para hacer una serie de conciertos por la Argentina y luego por Latinoamérica-, que vuelven a confirmar la amplitud y solidez musical de Sergio Romano.

Valga, por sólo rescatar otra anécdota, la gran cantidad de lugares en los que Sergio se encontró con gente que sentía propia su música, la del estilo del disco Armonía, y que la acompañaba en estudios, en los descansos, en terapias con embarazadas, y en muchas otras situaciones.

Sergio Romano es un gran músico con buenas propuestas. Podrá parecer una definición simple, pero él es simple, él se propone compartir francamente su talento esperando que eso permita enfocar el alma hacia aspectos nobles de la vida. Ni más, ni menos.


-> Alberto Mora