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  .: REPORTAJES

 
Vivir con Parkinson
   
Marina Lassen, presentó en La Posada del Té [Catamarca 2188, Martínez], su libro titulado "El cuerpo no calla".

En sus páginas relata como fue su vida a partir que le diagnosticaron Parkinson, y como siendo muy joven, tuvo que aprender a sobrellevar sus días con optimismo y valentía.

A los 35 años a Marina le diagnosticaron Parkinson. Al principio, sintió la enfermedad como un dictador que invadió su alma, y negó su existencia. Luego, luchó con todas sus fuerzas con un único objetivo: vencerla. Al final, comenzó a mirar su cuerpo y descubrió que en él estaba escrita su historia.

El Parkinson había llegado para quedarse y ponía en evidencia su vulnerabilidad. Al aceptarlo, comenzó a recorrer un camino nuevo: el de la adaptación. Y con este desafío por delante y una fe capaz de mover montañas, escribió su primer libro, donde desnudó su alma y dejó plasmada una gran verdad: "La realidad es tan linda como yo la quiero ver. Ni más ni menos. Ni el vaso medio lleno, ni medio vacío".

Marina es arquitecta, está casada, y es madre de dos hijos. Portadora de una agraciada belleza, esta mujer nació con el apellido Brodtkorb, pero adoptó el Lassen para su primer libro por una cuestión de fonética y buscando simplificar su pronunciación. Nació el 14 de Septiembre de 1966 en Buenos Aires, en una familia de exiliados rusos. Su personalidad, su sensibilidad y la facilidad con que encuentra palabras para describir situaciones límite dejan al descubierto una mujer tierna, observadora y sumamente introvertida.

Leer su libro es invadir el corazón de alguien que creció en el seno de un hogar con costumbres extranjeras, portadora de grandes valores religiosos y una valentía propia de quien ha huido de su tierra y ha comenzado a escribir una historia nueva sin más recursos que la propia persona.

El cuerpo no calla es un libro que descubre un proceso similar, un viaje en el que la autora debe dejar el país de los “sanos” y empezar de nuevo. En su mochila carga su historia, la de sus abuelos, sus hijos y su marido. Trae una profesión que tuvo que dejar de ejercer, “con mis temblores no puedo estar en una obra”, y acarrea una gran sabiduría para vislumbrar nuevos horizontes.

Gracias al Parkinson, descubrió que puede escribir y que el resultado es sorprendente. Dice que la enfermedad la humanizó porque le enseñó a comunicarse. El puntapié inicial fue un taller de escritura y la pócima que allí recibió para empezar a curar su alma.

“Siempre fui muy tímida, muy callada. recién cuando empecé a escribir, me sentí más conectada. Al principio escribía poesías medio tétricas porque fue en el momento de peor bajón. Con la escritura me desahogo, compartir lo que escribo me hace mucho bien. Yo me sentía demasiado aislada, y esto fue un gran alivio. La liberación y la satisfacción fueron tales, que llegué al libro”.

Leer sus páginas es como escucharla hablar, sin prisa, pero con pausa, de la historia de su vida, y la de sus abuelos. Pero El cuerpo no calla trata sólo hasta hoy, todavía falta el futuro, siempre incierto. “Todavía tengo muchos lápices sin estrenar”, reflexiona.

Marina declara que recién empezó a ver que se exigía demasiado cuando las cosas no le salían o cuando le fue imposible hacer un movimiento con la mano izquierda. "La furia y la impotencia que tenía se potenciaban por el querer hacerlo bien sin que nadie lo notara. El cuerpo no calla porque el tiempo pasa. El cuerpo no calla porque nadie tiene el sueño de la salud eterna. El cuerpo no calla porque los años no vienen solos. El cuerpo no calla y hay que aprender a escucharlo. Eso es lo tuve que aprender.Una vez superada la herida narcisista, el Parkinson iba a ser lo que me fortalecería. La salud es un regalo, reconocerla como tal es la cuestión. Lo que necesitamos para vivir es amor, las cosas son como son. Lo que cambia es mi forma de verlas. Entonces, estar mejor depende de mí”.

Asegura que si bien entró en el pasaje de la aceptación, hay que seguir caminando, y eligió una óptica positiva para encarar la ruta de ésta, su vida, con el Parkinson a cuestas y miles de recursos a su alcance. "En eso se centra ahora mi pequeña esperanza. Aceptar mi destino. No considerar al Parkinson como el enemigo contra quien luchar. No puede ser mi amigo tampoco. Simplemente es una realidad que tengo que aceptar", manifiesta con un optimismo ejemplar.

 
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