San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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Una vejez digna
   
Las Hermanitas de los Pobres, junto a un grupo de voluntarios y empleados, trabajan sin descanso en el Hogar Marín de San Isidro. Allí viven ochenta ancianos sin posibilidades económicas, quienes son atendidos con amor y dedicación por parte de esta comunidad ejemplar.

Un abuelo barre las hojas del parque, otro ayuda a tender la ropa, una señora reparte cuadernillos para la misa, otra hace tejido en el taller de laborterapia. “Tratamos de que cada uno pueda colaborar en algo y, así, sentirse más útil. Nuestra misión es dignificar la figura del anciano hasta el final de su vida y después de su muerte”, explica Sor María Nieves, la Hermana Superiora de la congregación Hermanitas de los Pobres, encargada del Hogar Marín hace cinco años y medio.

Es mucho el empeño que le ponen en materializar esta idea y ello se nota en cada rincón del inmenso edificio que reluce por lo pulcro, en cada anciano que devuelve una sonrisa cuando se le interroga acerca del trato que allí recibe, en cada voluntario que acompaña a los abuelos, aportando lo suyo en esta noble tarea.

Aldo y Ana pueden dar cuenta de ello. Él llegó al hogar hace cinco años porque alguien se lo recomendó. Sin familiares cercanos, una vida más bien solitaria y problemas económicos, se acercó, tocó el timbre y entró. Hoy, a los ochenta años, no duda en afirmar que éste fue el período más pacífico de su vida: “Estoy encantadísimo de vivir acá y de ayudar a las Hermanitas en lo que puedo”. Ana fue treinta años voluntaria y hace diez se convirtió en residente. “El que no es feliz aquí, el que no se ríe, es porque no lo quiere. De verdad lo digo. Aquí todos son gentiles con nosotros”, expresa convencida.

En el Hogar Marín, fundado en 1922, actualmente residen ochenta abuelos y cada uno cuenta con habitación propia, TV y lavatorio individual. Hay una biblioteca, una cantina, un salón de actos con 250 butacas, una capilla, un área de enfermería de mujeres y otra de hombres, un lavadero, un quincho con parrilla y un jardín inmenso: todo pensado en función del bienestar de los ancianos.

Pero, lo más destacable es que este hogar se mantiene únicamente con el aporte de algunos: el 80% de la jubilación de quienes la reciben (no todos los abuelos del hogar tienen jubilación, ya que allí sólo entran quienes tienen carencias económicas) y la ayuda de bienhechores.

“Estamos para servir a quienes sufren a causa de la edad, la pobreza, la soledad u otras dificultades”, expresan las Hermanas. El amor las guía y las moviliza. El amor conduce esta obra. “Cuidar a nuestros ancianos, tenderles una mano, ayudarlos a rezar, contarles una historia diferente, escucharlos ante sus reiteradas repeticiones, darles un caramelo... Hacer esto como Dios manda es, ante todo, una cuestión de amor”, proclama Tina Litreta, quien asiste como voluntaria hace ya diez años, resumiendo en pocas palabras el espíritu del Hogar Marín y de las Hermanitas de los Pobres. 

Hogar Marín: Av. Libertador 16.895, San Isidro. Tel.: 4743-5656

 
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