San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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María, la auxiliadora
   
La Santísima Virgen María, madre de Jesús, en su advocación de Auxiliadora fue considerada por los cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto, Antioquía, Efeso, Alejandría y Atenas. Acostumbraban llamarla con el nombre griego de "Boetéia", que significa "La que trae auxilios venidos del cielo".

Hace casi 60 años que un decreto presidencial la designó Patrona del Agro Argentino y por estos días, frente a un serio conflicto entre productores y el gobierno nacional, que no tuvo claridad desde un principio para la gente común de esta zona, la presencia de la madre divina debería ser la que enmarque una solución, como las que las madres buscan para sus hijos, a quienes no abandonan... ni cuando se equivocan.

Muchos argentinos -en particular los que viven en Buenos Aires, la gran ciudad capital, la puerta principal de un país que creció mirando hacia afuera de muchas maneras- ignoran la auténtica realidad del campo en especial, y del interior del país en general.

La visión "del interior" es, muchas veces, la del turista o, tal vez, la del desarraigado cuya familia emigró buscando un destino que no encontraba en "su" lugar. Buenos Aires fue para muchos una gran promesa no siempre cumplida. Un horizonte difícil pero atrapante con sus luces, su progreso y su perfil cosmopolita. Y si bien esa dignidad de Gran Ciudad fue la cara visible de un gran país, la realidad ignorada del esfuerzo cotidiano del hombre de campo generó -y genera- una parcial definición del conflicto.

Desgraciadamente muchos hombres y mujeres buscando un futuro concreto se alejaron de su pueblo, de su familia y de su paisaje para llegar a Buenos Aires. No a la ciudad más cercana de su provincia. A Buenos Aires. Para trabajar, para estudiar, para forjarse con esfuerzos madrugadores un panorama que, en sus pagos, parecía no estar en los planes de nadie.

Esto lo saben los miles que vinieron hace años, y siguen viniendo, a estudiar una carrera que su provincia no le ofrece. Lo saben los que dominando otras tareas en el campo (siempre duro, difícil y no tan romántico como lo ve un turista) tuvieron que aprender otras disciplinas para salir adelante. Lo saben los que se la pasan llamando por teléfono (ahora enviando correos electrónicos y mensajes de texto), a cientos de kilómetros, despachando ropas, consiguiendo favores y, sobre todo, extrañando a los suyos.

Nuestro país creció de la mano de la producción agropecuaria y del esfuerzo indiscutible de criollos y extranjeros, que también sabían de sacrificios y comunidad. Somos, en mas o en menos, gente que tiene alguna relación con uno de esos orígenes: o tiene raíces en el interior o más allá del Atlántico.

Algo bueno puede surgir de esta crisis, como le ocurre a las personas luego de una situación difícil, que es ver más claro, evaluar, aprender.

Bueno será también que, con la anuencia de la Santísima Virgen Auxiliadora, la Argentina -en especial las personas concretas de los funcionarios políticos de turno, los dirigentes agropecuarios y los productores del campo- deje de ver en "el otro" a un real enemigo. Y que si alguien deliberadamente trabajó para mezquinos intereses personales o corporativos, pague caro su desprecio y sea recordada esa actitud.

Nuestro país no merece sólo un buen futuro, sino también un presente justo. Y nada más justo que pedirle a nuestra Patrona su mediación.


María Auxiliadora en la historia

Ya San Juan Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama "Auxilio potentísimo" de los seguidores de Cristo. Los dos títulos que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía, Egipto) son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotocos y Boetéia).

En el año 476 el gran orador Proclo decía: "La Madre de Dios es nuestra Auxiliadora porque nos trae auxilios de lo alto". San Sabas de Cesarea en el año 532 llama a la Virgen "Auxiliadora de los que sufren" y narra el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra Señora recuperó la salud y que aquella imagen de la "Auxiliadora de los enfermos" se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo.

El gran poeta griego Romano Melone, año 518, llama a María "Auxiliadora de los que rezan, exterminio de los malos espíritus y ayuda de los que somos débiles" e insiste en que recemos para que Ella sea también "Auxiliadora de los que gobiernan" y lo que dijo Jeremías: "Orad por la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien".

En las iglesias de las naciones de Asia Menor la fiesta de María Auxiliadora se celebra el 1º de octubre, desde antes del año 1000, y en Europa y América se celebra el 24 de Mayo.

San Sofronio, Arzobispo de Jerusalén dijo en el año 560: "María es Auxiliadora de los que están en la tierra y la alegría de los que ya están en el cielo". San Juan Damasceno, famoso predicador, año 749, es el primero en propagar esta jaculatoria: "María Auxiliadora rogad por nosotros". Y repite: "La "Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para evitar los peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte".

San Germán, Arzobispo de Constantinopla, año 733, dijo en un sermón: "Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los ejércitos para que defiendan la patria. Auxiliadora de los gobernantes para que nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu ayuda".


La batalla de Lepanto

En el siglo XVI, los mahometanos estaban invadiendo a Europa y a donde llegaban imponían a la fuerza su religión y destruían todo lo que fuera cristiano. Cada año invadían nuevos territorios de los católicos, llenando de muerte y de destrucción todo lo que ocupaban y ya estaban amenazando con invadir a la misma Roma. Fue entonces cuando el Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen María convocó a los Príncipes Católicos para que salieran a defender a sus colegas de religión.

Pronto se formó un ejército y fueron en busca del enemigo. El 7 de octubre de 1572, se encontraron los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo de Lepanto. Los mahometanos tenían 282 barcos y 88.000 soldados. Los cristianos eran inferiores en número. Antes de empezar la batalla, los soldados cristianos se confesaron, oyeron la Santa Misa, comulgaron, rezaron el Rosario y entonaron un canto a la Madre de Dios.

T
erminados estos actos se lanzaron como un huracán en busca del ejército contrario. Al principio la batalla era desfavorable para los cristianos, pues el viento corría en dirección opuesta a la que ellos llevaban, y detenían sus barcos que eran todos barcos de vela o sea movidos por el viento. Pero luego -de manera admirable- el viento cambió de rumbo, batió fuertemente las velas de los barcos del ejército cristiano, y los empujó con fuerza contra las naves enemigas. Entonces los soldados cristianos dieron una carga tremenda y en poco rato derrotaron por completo a sus adversarios. Es de notar, que mientras la batalla se llevaba a cabo, el Papa Pío V, con una gran multitud de fieles recorría las calles de Roma rezando el Santo Rosario. En agradecimiento de tan espléndida victoria San Pío V mandó que en adelante cada año se celebrara el siete de octubre, la fiesta del Santo Rosario, y que en las letanías se rezara siempre esta oración: MARÍA AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, RUEGA POR NOSOTROS.


El Papa y Napoleón

El siglo XIX sucedió un hecho lastimoso: el emperador Napoleón llevado por la ambición y el orgullo se atrevió a poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII. Varios años llevaba en prisión el Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de obtener la libertad, pues el emperador era el más poderoso gobernante de ese entonces. Hasta los reyes temblaban en su presencia, y su ejército era siempre el vencedor en las batallas.

El Sumo Pontífice hizo entonces una promesa: "Oh Madre de Dios, si me libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta en la Iglesia Católica". Y muy pronto vino lo inesperado. Napoleón que había dicho: "Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar el fusil de la mano de mis soldados", vio con desilusión que, en los friísimos campos de Rusia, a donde había ido a batallar, el frío helaba las manos de sus soldados, y el fusil se les iba cayendo, y él que había ido deslumbrante, con su famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y maltrechos hombres. Y al volver se encontró con que sus adversarios le habían preparado un fuerte ejército, el cual lo atacó y le proporcionó total derrota.

Fue luego expulsado de su país y el que antes se atrevió a aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste prisión el resto de su vida. El Papa pudo entonces volver a su sede pontificia y el 24 de Mayo de 1814 regresó triunfante a la ciudad de Roma. En memoria de este noble favor de la Virgen María, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de Mayo se celebrara en Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a la madre de Dios.


San Juan Bosco y María Auxiliadora

El 9 de Junio de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora. La historia de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios. su constructor fue San Juan Bosco, humilde campesino nacido el 16 de Agosto de 1815, de padres muy pobres. A los tres años quedó huérfano de padre. Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo limosna. La Santísima Virgen se le había aparecido en sueños mandándole que adquiriera "ciencia y paciencia", porque Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el título de Auxiliadora.

Empezó la obra del templo con tres monedas de veinte centavos. Pero fueron tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica. El santo solía repetir: "Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen". Desde aquel santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a quienes la invocan con ese título, que ésta devoción ha llegado a ser una de las más populares.

San Juan Bosco decía: "Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros" y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: "María Auxiliadora, rogad por nosotros". El decía que los que dicen muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores del cielo.


Patrona del Agro Argentino

La Congregación Salesiana llegó a nuestro país en 1875 cumpliendo los sueños de San Juan Bosco y generando una gran obra en torno a la promoción de trabajo agrícola en numerosas generaciones de argentinos, lo que hizo que el 27 de Octubre de 1949 un decreto presidencial declarando a María Auxiliadora Patrona del Agro Argentino.





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