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  .: RELIGIOSAS

 
Mensaje del papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2007
   
En la Oficina de Prensa de la Santa Sede se presentó el martes 13 de Febrero el Mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2007, cuyo texto, fechado el 21 de Noviembre de 2006, lleva por título un versículo del evangelio de San Juan: "Mirarán al que traspasaron". La presentación del mensaje estuvo a cargo del presidente del Consejo Pontificio “Cor Unum”, monseñor Paul Josef Cordes.

"Mirarán al que traspasaron" (Jn 19,37). Éste es el tema bíblico que guía este año nuestra reflexión cuaresmal. La Cuaresma es un tiempo propicio para aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo predilecto, junto a Aquel que en la Cruz consuma el sacrificio de su vida para toda la humanidad. Por tanto, con una atención más viva, dirijamos nuestra mirada, en este tiempo de penitencia y de oración, a Cristo crucificado que, muriendo en el Calvario, nos ha revelado plenamente el amor de Dios. En la Encíclica "Deus caritas est" he tratado con detenimiento el tema del amor, destacando sus dos formas fundamentales: el agapé y el eros.

"El término agapé, que aparece muchas veces en el Nuevo Testamento, indica el amor oblativo de quien busca exclusivamente el bien del otro; la palabra eros denota, en cambio, el amor de quien desea poseer lo que le falta y anhela la unión con el amado. El amor con el que Dios nos envuelve es sin duda agapé. En efecto, ¿acaso puede el hombre dar a Dios algo bueno que Él no posea ya? Todo lo que la criatura humana es y tiene es don divino: por tanto, es la criatura la que tiene necesidad de Dios en todo. Pero el amor de Dios es también eros. En el Antiguo Testamento el Creador del universo muestra hacia el pueblo que ha elegido una predilección que trasciende toda motivación humana. El profeta Oseas expresa esta pasión divina con imágenes audaces como la del amor de un hombre por una mujer adúltera; Ezequiel, por su parte, hablando de la relación de Dios con el pueblo de Israel, no tiene miedo de usar un lenguaje ardiente y apasionado. Estos textos bíblicos indican que el eros forma parte del corazón de Dios: el Todopoderoso espera el "sí" de sus criaturas como un joven esposo el de su esposa. Desgraciadamente, desde sus orígenes la humanidad, seducida por las mentiras del Maligno, se ha cerrado al amor de Dios, con la ilusión de una autosuficiencia que es imposible. Replegándose en sí mismo, Adán se alejó de la fuente de la vida que es Dios mismo, y se convirtió en el primero de "los que, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud". Dios, sin embargo, no se dio por vencido, es más, el "no" del hombre fue como el empujón decisivo que le indujo a manifestar su amor en toda su fuerza redentora.

"En el misterio de la Cruz se revela enteramente el poder irrefrenable de la misericordia del Padre celeste. Para reconquistar el amor de su criatura, Él aceptó pagar un precio muy alto: la sangre de su Hijo Unigénito. La muerte, que para el primer Adán era signo extremo de soledad y de impotencia, se transformó de este modo en el acto supremo de amor y de libertad del nuevo Adán. Bien podemos entonces afirmar, con san Máximo el Confesor, que Cristo "murió, si así puede decirse, divinamente, porque murió libremente". En la Cruz se manifiesta el eros de Dios por nosotros. Efectivamente, eros es -como expresa Pseudo-Dionisio Areopagita- esa fuerza "que hace que los amantes no lo sean de sí mismos, sino de aquellos a los que aman". ¿Qué mayor "eros loco" que el que trajo el Hijo de Dios al unirse a nosotros hasta tal punto que sufrió las consecuencias de nuestros delitos como si fueran propias?".

"Queridos hermanos y hermanas, ¡miremos a Cristo traspasado en la Cruz! Él es la revelación más impresionante del amor de Dios, un amor en el que eros y agapé, lejos de contraponerse, se iluminan mutuamente. En la Cruz Dios mismo mendiga el amor de su criatura: Él tiene sed del amor de cada uno de nosotros. El apóstol Tomás reconoció a Jesús como "Señor y Dios" cuando puso la mano en la herida de su costado. No es de extrañar que, entre los santos, muchos hayan encontrado en el Corazón de Jesús la expresión más conmovedora de este misterio de amor. Se podría incluso decir que la revelación del eros de Dios hacia el hombre es, en realidad, la expresión suprema de su agapé. En verdad, sólo el amor en el que se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros. Jesús dijo: "Yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí". La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por Él. Aceptar su amor, sin embargo, no es suficiente. Hay que corresponder a ese amor y luego comprometerse a comunicarlo a los demás: Cristo "me atrae hacia sí" para unirse a mí, para que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor.

"Mirarán al que traspasaron". ¡Miremos con confianza el costado traspasado de Jesús, del que salió "sangre y agua"! Los Padres de la Iglesia consideraron estos elementos como símbolos de los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. Con el agua del Bautismo, gracias a la acción del Espíritu Santo, se nos revela la intimidad del amor trinitario. En el camino cuaresmal, haciendo memoria de nuestro Bautismo, se nos exhorta a salir de nosotros mismos para abrirnos, con un confiado abandono, al abrazo misericordioso del Padre. La sangre, símbolo del amor del Buen Pastor, llega a nosotros especialmente en el misterio eucarístico: "La Eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús... nos implicamos en la dinámica de su entrega". Vivamos, pues, la Cuaresma como un tiempo "eucarístico", en el que, aceptando el amor de Jesús, aprendamos a difundirlo a nuestro alrededor con cada gesto y palabra. De ese modo contemplar "al que traspasaron" nos llevará a abrir el corazón a los demás reconociendo las heridas infligidas a la dignidad del ser humano; nos llevará, particularmente, a luchar contra toda forma de desprecio de la vida y de explotación de la persona y a aliviar los dramas de la soledad y del abandono de muchas personas. Que la Cuaresma sea para todos los cristianos una experiencia renovada del amor de Dios que se nos ha dado en Cristo, amor que por nuestra parte cada día debemos "volver a dar" al prójimo, especialmente al que sufre y al necesitado. Sólo así podremos participar plenamente de la alegría de la Pascua. Que María, la Madre del Amor Hermoso, nos guíe en este itinerario cuaresmal, camino de auténtica conversión al amor de Cristo. A vosotros, queridos hermanos y hermanas, os deseo un provechoso camino cuaresmal y, con afecto, os envío a todos una especial Bendición Apostólica".


La ausencia de Dios es peor que la miseria material

Al presentar el mensaje del Papa, monseñor Cordes afirmó que los mensajes cuaresmales de los pontífices "giraban hasta ahora en torno a las obras de caridad en el sentido del compromiso social de los cristianos". Sin embargo, el mensaje de este año de Benedicto XVI "pone con fuerza en el centro a Dios Padre y tiene un acento no antropocéntrico sino teocéntrico. Este cambio de pensamiento se puede observar en general en la predicación de Benedicto XVI. Parece desear que nos dirijamos con mayor intensidad al Padre que está en los cielos; que confiemos en su Hijo Jesucristo".

"También para Benedicto XVI -continuó-, Dios es como el gran ausente en nuestra época, independientemente de que el hombre lo perciba o no. Está claro que el Papa no se puede rendir ante este empobrecimiento. La ausencia de Dios es peor que la miseria material, porque acaba con toda esperanza firme y deja al ser humano solo con su dolor y su lamento".

El presidente de "Cor Unum" dijo que en el mensaje de este año "el Papa retoma la reflexión sobre el "eros" y el "agape" de la encíclica "Deus caritas est" y ve que estas dos formas de amor se encuentran en su plenitud en Cristo crucificado". Dice: "Sólo el amor en el que se unen el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros".

"Por tanto -añadió-, también en el mensaje cuaresmal el Papa se refiere a la pena que pesa sobre nuestras vidas por culpa nuestra o de otros, y nos hace elevar la mirada desde abajo hacia arriba. "¡Mirarán al que traspasaron!". Sensibilidad para la desesperación del mundo -no exclusivamente, eventualmente ni siquiera primariamente para eliminar la miseria con la propia fuerza; sino para buscar energía contra toda resignación en la fuente del amor".

El arzobispo Cordes terminó haciendo hincapié en que "nadie, sin embargo, cuando se dirige a Cristo quiere sustituir el servicio al ser humano con el servicio a Dios".

Por su parte, el padre Oreste Benzi, presidente de la Fundación Juan XXIII, dijo que "la Cuaresma debe ser para todos los cristianos una experiencia renovada del amor de Dios que se nos da a través de Cristo, amor que nosotros debemos volver a dar cada día al prójimo, sobre todo a quienes sufren y a los más necesitados".

El padre Benzi enumeró a continuación las grandes tareas que en este sentido tienen las comunidades y movimientos reconocidos por la Iglesia, como "la lucha para defender a las mujeres del aborto, el reconocimiento de la familia verdadera, la lucha contra la droga, el compromiso para acoger realmente a los emigrados, a los gitanos, el compromiso para acoger a los prisioneros y superar las cárceles, el compromiso para no ser empleados de la caridad, sino enamorados de Cristo, el compromiso para ser pueblo, la lucha para la liberación de la esclavitud de la prostitución".

[Fuente: AICA]

 
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