San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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Un presidente que odia la vida de los argentinos más indefensos
   
Alberto Fernández, el presidente que llegó al cargo gracias a que quien ejerce la vicepresidencia le encontró el precio justo y lo empujó a una función para la que carece de capacidad, no cumplió con su palabra en varios anuncios de campaña, pero sí en el más dañino, el menos necesario y definitivamente el más contrario a la Constitución y todo el marco jurídico del país.

Dándole la espalda al dibujo de Juan D. Perón abrazando a su esposa Eva (figuras fundacionales del movimiento y contrarias al aborto) el abogado Fernández, luciendo deliberadamente su corbata verde, confirmó este martes 17 de Noviembre el envío de un proyecto de tortura, muerte y desaparición forzada de menores para que sea tratado en las sesiones extraordinarias en el Congreso.

El cinismo del primer mandatario lo lleva a proponer que si una mujer no quiere matar a su hijo el Estado le asegurará buenas condiciones de salud para ambos, algo que, claro está, es lo esperable. Pero que si la madre desea terminar con la vida del niño, es el mismo Estado el que se ocupará de asesinarlo y de hacer desaparecer su cuerpo cancelando su identidad. O sea, Alberto Fernández (al igual que Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad de Buenos Aires y Axel Kicillof en la provincia homónima) le ofrecen al país lo mismo que en han criticado desde la oscura década del '70, un "plan sistemático de desaparición de personas".

El abogado Fernández, que desecha la Constitución y los códigos que se le subordinan, dijo que en primer lugar está el proyecto que LEGALIZARÍA LA MUERTE DE NIÑOS ANTES DE NACER A VOLUNTAD DE SU MADRE. En segundo lugar está el proyecto que ayudaría a las mujeres durante el embarazo y a los hijos durante mil días.

El respeto o no de la vida no surge de un punto de vista, un concepto religioso o un gusto personal. Cuidar la vida no es una manera de ver las cosas. Existe una escala de valores en una Nación que va más allá de los circunstanciales gobernantes o legisladores. Aunque estemos acostumbrados a ver cómo cambian de postura frente a las cosas según como corren los vientos, los políticos deben saber que no todo es "opinable" o pasible de ser modificado por sus volátiles conveniencias.

Como es sabido, referirse al aborto como "interrupción del embarazo", sólo intenta ocultar una realidad indiscutible: que hay un ser humano condenado a morir porque tuvo la desgracia de no ser querido por sus padres. Sus promotores saben que un camino para diluir la valoración de las cosas pasa por su bastardeo idiomático. Vaciado de contenido, debilitado en su profundidad, todo es fácilmente moldeable.

Repitiendo como un loro los retorcidos argumentos del lobby abortista, el abogado Fernández cuestionó la criminalización del aborto como si hubiera mujeres presas por haber abortado a sus hijos. La legalización lo que busca es liberar a una "industria" dedicada a matar seres humanos antes de nacer: ni los médicos, ni los financistas, ni los promotores, ni los asistentes en la práctica del aborto serán perseguidos por tan brutal práctica. La propuesta del presidente argentino no apunta a proteger a la mujer sino a la mafia de los genocidas de niños.

Fernández
en su proyecto homicida también busca impedir que los médicos, preparados para salvar vidas, se opongan a sus planes macabros de matar legalmente. La objeción de conciencia, si se aprobara este proyecto, quedaría descartada.

El hipócrita Fernández aseguró que la legalización del aborto "salva vidas de mujeres y preserva sus capacidades reproductivas", algo falso ya que un aborto ilegal o legal, en una clínica, hospital o un consultorio cualquiera puede matar a la madre o mutilarla del mismo modo. Un aborto químico (como los que ejecutan de a miles desde 2015 con siniestros protocolos del Estado nacional, provincial, de la ciudad capital o de varias ciudades del país) expone a la mujer a riesgos severos que pueden llevarla al otro mundo en horas.

Las argumentaciones del abogado Fernández son falsas y ocultan información: el aborto mata a un argentino con derechos, una persona según nuestro Código Civil y Comercial, un niño según nuestra Constitución. Su madre podrá haber iniciado su embarazo por un descuido, por inexperiencia o por un abuso, pero no debe tener derecho alguno a matarlo. Los pobres, tan invocados y tan utilizados, aman la vida. Las personas menos instruidas conocen el valor de un hijo y naturalmente lo aceptan. Una persona en problemas lo que precisa es ayuda. Una mujer abandonada, confundida, enojada, necesita cuidados, contención, ayuda de muchas formas, no un aborto.

Es la estupidez ideológica de Fernández y la perversa tropa que lo acompaña, la que lo lleva a hablar de "personas gestantes" como si hubiera alguien capaz de gestar que no fuera... una mujer.

Genuflexo ante el poder internacional, Fernández sigue sin chistar las recetas que empujan a limitar la natalidad para tener un país pobre y peligrosamente despoblado, sin fuerza laboral, sin jóvenes, que empujen a la mujer a trabajar y no a tener hijos (o que los posterguen todo lo posible), donde se eleve la edad jubilatoria, y se mantenga al país sometido, endeudado y priorizando equivocadamente.

"Que sea ley", dice el burro. Y ya se sabe qué se puede esperar de un burro.


-> Alberto Mora

 
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