San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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¡Basta de ráfagas de viento!
   
Una de las consecuencias de la escasa importancia que se da a la formación del vocabulario y la cultura general real (no la acumulación de información de dudosa utilidad) es el desconocimiento del propio idioma y su correcto o más adecuado uso.

Escuchamos frecuentemente a los meteorólogos en sus informes radiales o televisivos y también a locutores y periodistas anunciarnos que se avecinan "ráfagas de viento"... cuando una ráfaga no puede ser de otra cosa.

No caben en este caso -como diría que en ninguno- "reforzar" la idea de la advertencia llegando al uso de un pleonasmo, una forma definida como la utilización innecesaria de palabras que nada nuevo agregan a la oración.

  • Está claro que quien sube, lo hace hacia "arriba"
  • Se sabe que cuando entramos, lo hacemos hacia "adentro"
  • Cuando se repite, se repite. No se "vuelve a repetir", aunque sí se "vuelve a decir"
  • Una réplica si no es idéntica o exacta... no sería una "réplica".
  • No hay forma de ser testigo, sin serlo "presencial"
  • Es realmente difícil compartir, sin hacerlo "juntos".
  • Si un tribunal emite un veredicto, siempre será "final" porque eso es un dictamen en esa instancia.
  • El erario no puede ser otra cosa que "público", porque sino no sería erario.
  • Los mendrugos nunca serán de otra cosa que de "pan".
  • Los lapsos siempre son de "tiempo".
  • Siempre son de "música" las partituras.
  • Ningún ave puede volar en otra cosa que no sea en el "aire".
  • Una "pata" de jamón, no puede ser de otra cosa porque el jamón es la pata del cerdo.

Y por supuesto, no hay ráfagas que sean de dulce de leche ni de otra cosa. Siempre son de "viento".

Hay cientos de ejemplos de cómo, el desconocimiento del idioma y el escaso vocabulario, limita las posibilidades expresivas de las personas.

No hay forma de decir correctamente lo que se necesita, lo que se siente, reclamar por un derecho o exigir una reparación, si no se cuenta con palabras suficientes y se conoce su verdadero significado.

Escuchamos en la calle y en los medios cómo se hacen malabares con palabras ubicándolas caprichosamente, al punto que ciertos furcios o deslices evidencian ignorancia incluso en personas presentadas como cultas. Las palabras son el vehículo de nuestro conocimiento y nuestra sensibilidad. Limitarlas o traicionarlas implica poner en riesgo cosas realmente importantes.


-> Alberto Mora

 
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