San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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Enseñar a odiar no puede producir nada bueno
   
El avance sostenido de la cultura de la muerte y el desprecio no tiene techo. Cualquiera puede pensar que lo que está pasando en la Argentina es inaudito, jamás imaginado, imposible de comprender pero, lamentablemente, no es así.

Muchos han puesto en evidencia hace varias décadas el radical odio que invade la cabeza y el corazón de quienes rechazan el orden, aborrecen las instituciones y, como si fuera poco, detestan la autoridad.

Al igual que sucede con el cuerpo humano -cuyo equilibrio puede ser quebrado cuando la desmedida gana terreno con la comida, la bebida, el tabaco, las drogas-, la sociedad va corriendo su balance si lo secundario ocupa la prioridad, si se cuestionan sus bases, si se secan sus raíces.

En un proceso iniciado bajo la mirada descuidada de millones de argentinos que supusieron que el odio, la violencia, la corrupción y el despropósito estaban fuera de sus casas, tal vez de su barrio y, posiblemente, de su provincia, cada día nos sorprende cómo se arruina algo más en la Argentina.

Acabamos de ver cómo una niña con el símbolo de la campaña por el inconstitucional derecho al aborto, pone su pie sobre un bebé de plástico que tiene en su cuello el pañuelo celeste que identifica a la defensa de la vida de la madre y el niño. No es el primer niño que vemos con pañuelo promuerte arrastrado a manifestar por algo que, seguramente, entiende menos que sus mayores.

¿Cuál es la diferencia entre estos niños argentinos llevados a reclamar el derecho a asesinar con los que empuñan armas y disparan a matar en algún país lejano? Ninguna. En ambos casos son víctimas del totalitarismo ideológico.

De mamá nadie espera una mala enseñanza, porque ella sabe. Incluso sin comprender mucho, se acata, se acepta que lo que mamá dice por algo lo dice y se respeta. Y hasta un golpe o el maltrato constante suele ser tolerado como una expresión de cierta "justicia" hogareña aunque, en ocasiones, se descubre que estaba mal tal comportamiento.

Si en casa se enseña con dichos y hechos que la campaña por el derecho a matar niños no deseados es algo bueno, ¿Cómo negarse? La psicóloga Alice Miller (1), decía en la década del ‘80 claramente:

"Cuando explotamos al niño para satisfacer nuestras necesidades de adulto, cuando le pegamos, castigamos, manipulamos, descuidamos, abusamos de él, o lo engañamos, sin que jamás ningún testigo intervenga en su favor, su integridad sufrirá de una herida incurable."
"La reacción normal del niño a esta herida sería la cólera y el dolor. Pero, en su soledad, la experiencia del dolor le sería insoportable, y la cólera la tiene prohibida. No le queda otro remedio que el de contener sus sentimientos, reprimir el recuerdo del traumatismo e idealizar a sus agresores. Más tarde no le quedará ningún recuerdo de lo que le han hecho."
"Estos sentimientos de cólera, de impotencia, de desesperación, de nostalgia, de angustia y de dolor, desconectados de su verdadero origen, tratan por todos los medios de expresarse a través de actos destructores, que se dirigirán contra otros (criminalidad, genocidio), o contra sí mismo (toxicomanía, alcoholismo, prostitución, trastornos psíquicos, suicidio)."
"Cuando nos hacemos padres, utilizamos a menudo a nuestros propios hijos como víctimas propiciatorias: persecución, por otra parte, totalmente legitimada por la sociedad, gozando incluso de un cierto prestigio desde el momento en que se engalana con el título de educación. El drama es que el padre o la madre maltratan a su hijo para no sentir lo que les hicieron a ellos sus propios padres. Así se asienta la raíz de la futura violencia."

La mayoría de nosotros puede imaginar las actividades normales, sanas, que vive un niño en su casa, con su familia, con sus juegos, sus amigos, cuando lo ve comportarse en una plaza o en la calle. Sus palabras y comportamientos muestran los aprendizajes del hogar, las formas utilizadas, la manera de convivir. Un niño que conversa con otro niño, por ejemplo, evidencia cómo conversan en su casa.

La caída brutal y sin freno en la calidad de las relaciones humanas desde hace 60 o 70 años, ha ido reemplazando lo natural por lo antinatural.

Hace décadas, un hombre y una mujer se conocían, charlaban, compartían algunas actividades y, tal vez, comenzaban un noviazgo. Ese noviazgo no tenía otro fin más que el matrimonio. Si se estaba de novio no era para otra cosa y todos lo sabían.

Con el matrimonio llegaba la convivencia bajo un mismo techo, no antes. Con el tiempo ese matrimonio se transformaba en familia al llegar los hijos. Las familias se sostenían principalmente con el trabajo de los padres y algunas madres, sin descuidar la presencia en el hogar, también trabajaban afuera de sus casas.

La decadencia económica fue haciendo que el trabajo de los hombres no fuera suficiente para el sostenimiento y lo que era eventual se convirtiera en imprescindible: hombre y mujer trabajando fuera de la casa y los hijos cuidados por parientes, vecinos o guarderías. Y en muchos casos eso tampoco alcanza.

Toda mujer buscaba tener una familia y ser la que gobierne el hogar, con la participación de los hijos y de su marido, con algo de estabilidad y mucho de esfuerzo.

Pero, poco a poco, el proyecto dejó de ser la familia para ser el trabajo. Y si hay matrimonio, evitar tener hijos para poder ocuparse de "disfrutar", viajar, tener vivienda propia, etc. El fin parece inofensivo, pero incluye un cambio radical en las prioridades. Como lo han dicho públicamente, organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial presionan para que la mujer no sea ama de casa, sino que integre la cruel maquinaria de la producción de bienes y servicios.

Hombres y mujeres siguen encontrándose, pero muchos dicen estar "conociéndose" y rechazan calificar su situación como noviazgo. Viven con naturalidad encuentros, escapadas de fin de semana, sexo, pero sin un vínculo real. Y a las familias de ambos esto no los escandaliza ni preocupa demasiado.

Tal vez, sólo tal vez, ese estar "conociéndose" se reciba de "noviazgo", aunque opten por decir "pareja" y no "novio". Con el tiempo puede ser que decidan "irse a vivir juntos", es decir, iniciar un concubinato y la palabra "pareja" seguirá teniendo vigencia, porque concubino sigue señalando algo irregular (2). Esta relación puede durar e incluso pueden llegar hijos, que crecerán en una unión informal que, tal vez, en algún momento, devenga en casamiento.

Es evidente que las inseguridades individuales provocan este temor extremo al compromiso. Muchos no dicen "noviazgo" porque aún sigue sugiriendo compromiso hacia el matrimonio. Se elige el término pareja porque no parece fijar vínculo o, al menos, es menos firme.

Pero, tristemente, también ocurre que esas uniones (formales o informales) se terminan y cada uno de sus miembros repite el ciclo con otros. Y que si hubo hijos, crezcan naturalizando que el amor "tiene fecha de vencimiento" siempre y que cuando eso no sucede, es excepcional.

Hasta aquí, situaciones de la vida cotidiana que casi cualquiera conoce que viven nuestros conocidos. Sin límites claros en los vínculos, sin demasiados compromisos, sin proyectos a largo plazo, con hijos por aquí y por allá, conviviendo, respaldando y justificando los saltos y quema de saludables etapas de crecimiento.

Los medios de comunicación -en especial la televisión y la radio junto a sus portales web-, no están interesados en la verdad, en los hechos positivos, en la familia, en la decencia, aunque de tanto en tanto se les ocurra incluir alguna nota de relleno sobre ello.

El activismo por el derecho a matar niños antes de nacer por parte de los canales 11 (Viacom), 13 (Clarín) y 9 (Albavisión) es brutal, desenfadado, perverso. Esto es evidente para cualquiera que preste atención a los programas de ficción, a las notas periodísticas, a las palabras utilizadas y a los comentarios previos o posteriores a cualquier contenido que mencione la campaña por el aborto.

Con la complicidad de periodistas y presentadores cada acción que, directa o indirectamente, apunte a justificar o promover un falso derecho a liquidar niños "no deseados", es presentada para que los televidentes incorporen posturas erradas revestidas de actos de humanidad. Se podría pensar que los periodistas y presentadores son "víctimas" de una empresa que los empuja a defender lo indefendible, pero ellos mismos han hecho evidente su compromiso con el aborto.

Pronto sucederá lo mismo con otro tema que forma parte del "combo" antivida: la eutanasia. Amparada como una mirada de "comprensión" ante el dolor, de "respeto" por la dignidad, aparecerán los promotores de la muerte anticipada para personas enfermas, en muchos casos de edad avanzada.

Esto, lamentablemente, llegará con el campo arado de la ignorancia para el cual han trabajado sin descanso los promotores del odio.

A las personas comunes y corrientes les han insistido en que el Código Penal permite el aborto de un niño creciendo en el vientre de una mujer violada, o que hay cierta "humanidad" en matar al niño que se gesta en una mujer pobre o enferma, cuando todo eso es FALSO. El Código Penal no da derechos sino que tipifica delitos y la Constitución Nacional (que está por encima) protege la vida desde la concepción.

La aceptación, tolerancia o deliberada promoción de aberraciones tales como el aborto (en cualquiera de sus situaciones) o la eutanasia, sumados al estímulo precoz de la sexualidad (con la E.S.I., Educación Sexual Integral), se afirman en dos situaciones posibles: la ideología (que desconoce o discute empecinadamente a las ciencias) o la ignorancia.

La ideología, como ha sido señalado claramente en los últimos años, es la que necesita del Estado y de empresarios corruptos para lograr millonarios recursos económicos. Y con esos fondos sostiene la estrategia de mentiras estadísticas, médicas y sociales para que la ignorancia acepte ciegamente sus explicaciones.

Este escenario complejo, desparejo y brutal, debe ser afrontado con las armas del conocimiento, la decencia, las virtudes y, SIN LUGAR A DUDAS, con el compromiso sostenido.

Las manifestaciones "verdes" tal vez no sean tan numerosas como las "celestes", pero son lo suficientemente atractivas para sus socios (los medios de comunicación de más consumo, el Estado y buena parte de la Justicia), para que se ocupen de magnificarlas y sostenerlas.

Poner en evidencia los que engañan, tomar partido con cartas de lectores, rechazo a empresas que apoyan la indecencia, alimentar en las familias la incorporación de actitudes solidarias, y no bajar los brazos en una lucha que no tendrá descanso, son parte de los caminos a seguir transitando.

Por eso, este 23 de Marzo, desde las 14:00, en Plaza Italia, todos los que comprenden que el enemigo no cesará en su intento de destruir las raíces de la Argentina, están invitados a ser parte de una nueva y multitudinaria Marcha por la Vida.

Alberto Mora


(1) Alice Miller se desencantó del psicoanálisis después de muchos años de practicarlo. Criticó la teoría psicoanalítica de las pulsiones debido a que esta teoría otorgaba hacía que las experiencias traumáticas de los niños fuesen comprendidas como fantasías infantiles, negando la realidad del abuso y del maltrato. Estas discrepancias la llevaron a renunciar en 1988 a la Sociedad Suiza de Psicoanálisis. Hasta su muerte en 2010 prefirió se llamada "Kindheitsforscherin" ("investigadora de la infancia").

(2) El Código Civil y Comercial en vigencia ya no menciona como concubinato estos casos, sino que utiliza el eufemismo de "uniones convivenciales").

 
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