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  .: RELIGIOSAS

 
¿Es más lo que nos une que lo que nos separa?
   
La revuelta iniciada por Martín Lutero (Martin Luther), un monje de 24 años de la Orden de San Agustín en 1517, quince siglos después del nacimiento de Cristo en el seno de la Santísima Virgen, provoca encuentros y reflexiones diversas en el mundo, sobre todo con la típica excusa de los “años redondos”. Tal vez algunos fieles de las múltiples corrientes evangélicas surgidas a la sombra del luteranismo puedan describir las bases de aquellos episodios del siglo XVI, pero es dudoso.

Se suelen simplificar los hechos relatando que el monje estaba realmente molesto por lo que se conoce como la “venta de indulgencias” (una suerte de perdón para las almas del Purgatorio a cambio de dinero), pero, en realidad lo que se proponía no era reformar las costumbres o corregir errores, sino cambiar las doctrinas.

En sus famosas 95 tesis que según la tradición clavó el 31 de Octubre de 1517 en la puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg, y en muchos escritos y discursos, Lutero la emprendió contra la sucesión apostólica, la confesión, el sacerdocio ministerial, los obispos y sacerdotes, la doctrina de Padres y Concilios, la Eucaristía y casi todos los sacramentos. Se oponía a la razón, a las obras de caridad como partícipes de la salvación y al libre albedrío.

Lutero debía retractarse de sus planteos y tenía un plazo para ello, a riesgo de ser excomulgado. Pero no sólo no lo hizo sino que quemó públicamente la bula papal. El 3 de Enero de 1521 se cumplió la amenaza pontificia y fue expulsado de la Iglesia, no porque sea borrado su bautismo (que no es posible) sino como forma de separarlo justificadamente de los fieles a los que escandalizaba con sus rebeldías e interpretaciones.

Días después el emperador Carlos V presidió la Dieta de Worms (Wormser Reichstag), una asamblea convocada para tratar el caso, y Lutero se mantuvo en su postura protestante. Un edicto lo califico de delincuente y, con ayuda, huyó y se escondió en un castillo donde comenzó la traducción de la Biblia al alemán y otros escritos.

En Junio de 1525 un sacerdote seguidor de sus ideas, Johannes Bugenhagen, lo casó con la monja Catalina Von Bora con quien tuvo 6 hijos.

Lo que se conoció como la Reforma Protestante provocó que la Iglesia reforzara su postura mediante la llamada Contrarreforma, que incluyó la realización de un concilio (el de Trento), reafirmando la validez de los siete sacramentos, la presencia real de Cristo en la Eucaristía, el examen de conciencia y la confesión, la fiestas en honor de los santos y las advocaciones a la Virgen María. Fruto de aquel periodo es el surgimiento de las ordenes religiosas (carmelitas descalzos, capuchinos, ursulinas, teatinos, paulistas y jesuitas, entre otros), además de movimientos espirituales y oratorios.

El concilio también definió formalmente la auténtica doctrina católica de la justificación, que no se basa solamente en la fe ("Sola Fides"), sino también en la caridad y los sacramentos.

El planteo de Lutero se puede resumir en sus cuatro doctrinas: Sola Scriptura, Sola Fides, Sola Gratia y Solus Deus. 

1. Sola Scriptura
Sostiene que la fe se basa exclusivamente en la Sagrada Escritura, y que ella se interpreta a sí misma (lo cual significa que la interpretación queda al criterio de quien la lee), mientras que la Iglesia Católica, en el Concilio de Trento, invocada en el Concilio Vaticano I, enseña que la Fe se basa en la Revelación Divina, que no sólo consiste en la Sagrada Escritura, sino también en la Tradición.
No son las personas particulares las que tienen autoridad sobre la Sagrada Escritura, sino la Iglesia, que ha determinado qué libros forman parte de ella. La Iglesia interpreta también esos libros y los datos aportados por la Tradición oral para definir los Dogmas de Fe.  En la Ascensión, por ejemplo, está un dogma definido por la Iglesia basándose en las Escrituras. Y en la Asunción, un ejemplo de un dogma definido por la Iglesia basándose en la Tradición oral.

2. Sola Fides
Afirma que para salvarse basta con la pura fe y que no son necesarias a la vez la fe y las obras, como enseña la Iglesia.
Con este contexto, el Concilio de Trento cita las palabras de la epístola de Santiago 2,24 “Veis, pues, que con las obras se justifica el hombre, y no con fe sola.”
Por consiguiente, tanto la Fe como la Caridad (o las obras de la Caridad) son necesarias para la salvación, pero Lutero sostiene que basta con la Fe. La reacción de Lutero a la epístola de Santiago, que expresa claramente la doctrina católica, fue borrarla de su nuevo canon de las Escrituras.
Según Lutero, la Fe consiste en confiar en que Dios, por su misericordia, perdonará al hombre por causa de Cristo, mientras que la Iglesia enseña que la Fe consiste en aceptar la Revelación de la autoridad de Dios que nos la da.

3. Sola Gratia
En este principio Lutero sostiene que el Pecado Original corrompió totalmente la naturaleza humana, de manera que el hombre se volvió incapaz de conocer las verdades de la religión y de obrar libre y moralmente, a consecuencia de lo cual la Gracia no puede sanarlo, sino apenas cubrir su carácter pecaminoso.
En cambio, la Iglesia enseña que la naturaleza humana está caída y herida y que puede sanar con la Gracia. El hombre puede conocer la Verdad y tiene libre albedrío, que le permite colaborar con la Gracia para obrar con arreglo a la moral, aunque en muchos casos esto le exija un gran esfuerzo.    

4. Solus Deus
La cuarta doctrina quiere decir que la salvación viene directamente de Dios, no a través de la Iglesia, el sacerdocio, los sacramentos y la intercesión de la Bienventurada Virgen María y los santos.
Lutero afirma que hay acceso directo a Dios. No reconoce la íntima unión entre Dios y la Iglesia fundada por Cristo.
a. En realidad, Dios, en virtud de su divina y sublime majestad, ha establecido un orden jerárquico en todo, tanto en lo natural como en lo sobrenatural, esté en el Cielo, el Purgatorio o el Infierno; y actúa por medio de este orden jerárquico intermediario para cumplir sus designios.
En cuanto a la Redención, ha obrado por medio de la aceptación de la Virgen María, mediante la Encarnación, Pasión y Muerte de su divino Hijo. Y por medio de la Santa Iglesia Católica y sus Sacramentos.
b. Dios, en la Persona de Nuestro Señor Jesucristo ha prolongado su vida terrena operando en su Iglesia: vive en la Tierra a través de la Iglesia, que es su Cuerpo Místico, y en las obras que realiza por medio de los Sacramentos, en los que actúa su propia Persona.  El ejemplo más sublime y glorioso de su obra lo constituye sin duda la Santa Misa, en la que continúa ofreciéndose e inmolándose al Padre en todo momento del día y de la noche, y seguirá haciéndolo hasta el final de los tiempos.
Lutero sólo reconoce dos sacramentos: el bautismo, y el que prefirió denominar la Cena (en sustitución de la Santa Misa, cuya naturaleza sacrificial negó).


Lutero y los judíos

En 1543, a los 58 años, Lutero escribió el libro “Sobre el Judío y sus Mentiras”, una publicación que estremece por las recomendaciones a las autoridades alemanas sobre cómo obrar con los judíos que parece pensado por el propio Adolf Hitler. De hecho, uno de los jerarcas nazis en el juicio de Nüremberg invocó a Lutero y sus "consejos" para justificar lo sucedido con "el problema judío".

A continuación, algunos fragmentos:
  
“¿Qué debemos hacer, nosotros cristianos, con los judíos, esta gente rechazada y condenada? Dado que viven con nosotros, no osamos tolerar su conducta ahora que estamos al tanto de sus mentiras, sus injurias y sus blasfemias. De hacerlo, nos convertimos en cómplices de sus mentiras, maldiciones y blasfemias. Ese no es el modo de extinguir el insaciable fuego de la ira divina del que hablan los profetas, ni es el modo tampoco de convertir a los judíos. Con plegarias y el temor a Dios debemos practicar una intensa piedad para intentar salvar de las llamas al menos a algunos. No osamos vengarnos. Una venganza mil veces peor de la que nosotros pudimos desearles ya los tiene agarrados de la garganta. He aquí mi sincero consejo:

“En primer lugar, debemos prender fuego sus sinagogas o escuelas y enterrar y tapar con suciedad todo lo que no prendamos fuego, para que ningún hombre vuelva a ver de ellos piedra o ceniza"

"En segundo lugar, también aconsejo que sus casa sean arrasadas y destruidas. Porque en ellas persiguen los mismos fines que en sus sinagogas. En cambio, deberían ser alojados bajo un techo o en un granero, como los gitanos. Esto les hará ver que ellos no son los amos en nuestro país, como se jactan, sino que están viviendo en el exilio y cautivos, como incesantemente se lamentan de nosotros ante Dios."

"En tercer lugar, aconsejo que sus libros de plegarias y escritos talmúdicos, por medio de los cuales se enseñan la idolatría, las mentiras, maldiciones y blasfemias, les sean quitados."

"Si vosotros, grandes señores y príncipes, no prohíben con la ley que estos usureros circulen por las carreteras, algún día se juntará una tropa contra ellos, que habrá aprendido de este libro la verdadera naturaleza de los judíos y la manera de tratar con ellos en vez de proteger sus actividades."

"En sexto lugar, aconsejo que se les prohíba la usura, y que se les quite todo el dinero y todas las riquezas en plata y oro, y que luego todo esto sea guardado en lugar seguro. La razón para una medida como esta, como ya se dijo, es que no tienen otro medio de ganarse la vida que no sea la usura, por medio de la cual nos han hurtado y robado todo lo que poseen."

"En séptimo lugar, recomiendo poner o un mayal o una hacha o una azada o una pala o una rueca o un huso en las manos de judíos y judías jóvenes y fuertes y dejar que coman el pan con el sudor de su rostro, como se le impuso a los hijos de Adán (Gén.3:19).

Porque no es apropiado que nosotros, malditos goy, trabajemos sin descanso en el sudor de nuestros rostros mientras ellos, la santa gente, se pasen las horas haraganeando junto al hogar, dándose festines y expeliendo sus ventosidades, y, como si fuera poco, haciendo alarde con blasfemias de su señoría por encima de los cristianos por medio de nuestro sudor. No, debemos deshacernos de estos perezosos delincuentes por las asentaderas de sus pantalones."

"En suma, queridos señores y príncipes, quienes tienen a los judíos bajo su gobierno: si mi consejo no os agrada, buscad mejor asesoramiento a fin de que tanto vosotros como nosotros podamos deshacernos de la insoportable, diabólica carga de los judíos. No vaya a ser que para Dios nos volvamos cómplices de sus mentiras, blasfemia, difamación y maldiciones que los judíos se permiten con tanta libertad e impunidad en contra de nuestro Señor Jesucristo, su querida madre, todos los cristianos, toda autoridad y nosotros mismos.

"Cuando vuestros ojos se encuentren con un judío o vuestro pensamiento os lleve hacia él, debéis decir para vosotros: ¡Ay, esa boca que estoy contemplando! Ha maldecido, execrado y calumniado cada sábado a mi querido Señor Jesucristo, que me ha redimido con su valiosa sangre; además, rezó y suplicó ante Dios que yo, mi esposa e hijos, y todos los cristianos muramos apuñalados y perezcamos miserablemente. Y él mismo lo haría con todo gusto si pudiera, a fin de apropiarse de nuestros bienes. Tal vez hoy mismo haya escupido muchas veces sobre el suelo invocando el nombre de Jesús, como es su costumbre, de modo que la baba todavía cuelga de su boca y de su barba (si tuviera la oportunidad de escupir). Si comiera, tomara o hablara con una boca tan diabólica, ese plato de comida o vaso de bebida me llenarían de demonios del mismo modo que sin dudas me vuelvo un seguidor de todos los demonios que habitan en los judíos y que se burlan de la valiosa sangre e Cristo. ¡Que Dios me ampare!"

 
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