San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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  .: RELIGIOSAS

 
¿Cuánto duran las crisis?
   
Imaginar que se está viviendo un período de dificultad es, para cualquiera, considerar que luego sobrevendrá un período de bonanza, de prosperidad y paz. Si no en plenitud, al menos, como una definida tendencia que traerá la posibilidad de relajarnos un poco.

Pero cuando la dificultad se refiere a un orden alterado casi de raiz, un vuelco varios pisos para abajo, una auténtica subversión de valores, la crisis no parece algo pasajero, sino un estado del que posiblemente no se saldrá.

Esta visión de las cosas podría ser considerada pesimista, es cierto. Pero, ¿no es acaso la realidad que se nos presenta abiertamente a los ojos pesimista? ¿Acaso los que provocaron la situación -o fueron partícipes por inacción- ya no están y sangre renovada ocupa su lugar...?

Sea que hablemos de cuestiones políticas (un tema insoslayable por estos días, aunque no se hable de "alta política") o religiosas -dos de los aspectos de la vida cotidiana que más tienen que ver con las personas- el panorama es similar.

La renovación es difícil porque, de algún modo, los que crearon la situación actual siguen ahí, definiendo demasiadas cosas.

En temas religiosos, en especial, vemos a diario los efectos de una formación escasa, con demasiadas fisuras, con abundantes liviandades. Y el seminario de San Isidro, al menos, queda grande para la escasa población que tiene... Es decir, faltan vocaciones y lo ejemplos de vida consagrada parece que no contagian lo suficiente.

Será por eso que vemos sacerdotes que deciden ("por su propia espiritualidad") cómo hacer las cosas, qué privilegiar, qué recomendar, ignorando (desafiando) normas de la propia institución a la que pertenecen.

Es así que nos encontramos con sacerdotes que parten la hostia en plena consagración (Francisco de Gamboa, por ejemplo) en abierta oposición a lo indicado por la Iglesia (Redemtionis Sacramentum (19.03.2004) "En algunos lugares se ha difundido el abuso de que el sacerdote parte la hostia en el momento de la consagración, durante la celebración de la santa Misa. Este abuso se realiza contra la tradición de la Iglesia. Sea reprobado y corregido con urgencia.").

Este sacerdote, que rechazó cambiar su actitud frente a un feligrés que le señaló su error, asume una postura similar a la de otro consagrado, de nombre Gonzalo Sanjurjo, que luego de habérsele concedido permiso para no ejercer el sacerdocio durante un año, ya tiene mujer y -dicen- un hijo en camino.

Sanjurjo -al que llegué a escuchar decir "bol..." como cualquier adolescente- partía la hostia, al igual que otros, y yo no sabía que no correspondía. Y al saberlo, descubro un acto de soberbia ("...lo seguiría haciendo", dijo) y de desobediencia. Y es esto lo que es grave, porque un error es eso, un error. Se puede uno arrepentir y dejar de cometerlo.

Pero cuando se permanece deliberadamente en el error, debiendo ser lo más parecido a un buen ejemplo... la cosa es complicada.

Se pueden buscar más ejemplos de que, al menos en cuestiones religiosas o sacerdotales, estamos (en San Isidro, en la Argentina, en Miami) en tiempos difíciles. Pero si la formación sigue por el mismo camino, los problemas seguirán estando y serán más grandes.

  • Sacerdotes que no preparan sus homilías y "dibujan" una reflexión sobre las lecturas,
  • Sacerdotes que en busqueda de ser "simpáticos" hacen chistes que implican mentiras o absurdas exageraciones en plena misa,
  • Sacerdotes y ministros de la comunión que no presentan como deben la eucaristía a quien va a comulgar y "la despachan" como si repartieran caramelos en un cumpleaños,
  • Sacerdotes que se sientan mientras el Santísimo Sacramento aún está presente luego de la comunión,
  • Sacerdotes que chequean mensajes de texto del celular en plena misa,
  • Sacerdotes que impulsan procedimientos y formas alejadas de la liturgia,
  • Sacerdotes que recomiendan (o toleran que se entreguen en territorio parroquial) métodos de control de la natalidad contrarios a los que sugiere la Iglesia,
  • Sacerdotes que bromean y/o conversan durante las procesiones (San Isidro Labrador, Corpus Christi, etc.),
  • Seminaristas -junto al sacerdote celebrante- que hacen bromas (entre ellos) o se rien a la distancia con conocidos en plena misa,
  • Sacerdotes y seminaristas que ocultan su condición (ropas) dentro y fuera del ámbito parroquial. [ "La sotana, ¿Para qué?" ]

Todo lo mencionado ocurre en San Isidro y en muchos otros lugares y, lo más grave, es que provoca decepción o que a los fieles todo les parezca más o menos lo mismo: lo sagrado se mezcla con lo mundano, el espíritu con la emoción, las intenciones con lo que debe ser. Dará lo mismo arrodillarse que no hacerlo, haber comido hace menos de una hora o no, haberse confesado o no, haber prestado atención y tenido el corazón profundamente preparado o no,...

Es así como, frente a una feligresía confundida, adormecida, difusa, un hombre consagrado a Dios -pero confundido-, podrá hacer lo que "sienta" o lo que "necesite para su espiritualidad", en contraposición con sus obligaciones y pocos reaccionarán.

A algunos les parecerá que un cura es "piola" precisamente porque no es "acartonado", porque no se viste como cura, porque rompe con las estructuras, porque está más cercano a las visiones populares, y al vocabulario vulgar, que los otros... esos de los que casi no hay mas, y merecían más respeto.

Mientras tanto, los feligreses que esperan coherencia y auténticos referentes, serán los golpeados, los sacudidos con noticias de curas que "cuelgan", o que mezclan sus particulares ideas políticas con el compromiso asumido.

No es extraño que los templos y las procesiones tengan cada vez menos gente (¿Qué pasará cuando mueran los más viejos?).

Ante mucha fidelidad exigida pero no practicada, ante tanta cercanía con las cosas de este mundo y tanta liviandad frente a lo divino, ante tanto libre albedrío sin buenos cimientos, el horizonte -lleno de nubarrones- merece un viento fuerte de cambio, para volver a las fuentes. O, al menos, para volver a hacer las cosas bien.

-> Alberto Mora

 
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